Buenos Aires x 3

Tres versiones distintas de la ciudad.

Bonnie Tucker / FST
Hoy día, los turistas que buscan experiencias de Buenos Aires se dirigen hacia San Telmo, el rey del retro, y Palermo Viejo, el lugar de moda, porque los medios internacionales especializados en turismo les dicen que es allí adonde hay que ir. No es por casualidad que ambos tienen varios nuevos hoteles boutique y aún más departamentos en alquiler o para la venta. Ubicados en lados opuestos de la pequeña parte de esta ciudad de 3 millones de habitantes que los viajeros llegan a conocer, son también opuestos en cuanto a estilo, esencia y atractivos.

Los porteños van a estos dos barrios por motivos similares a aquellos de los turistas extranjeros. En San Telmo pretenden ser entretenidos por pintorescos vendedores ambulantes, estatuas vivientes y demás personajes los fines de semana, y en Palermo Viejo esperan ver a alguna modelo famosa o estrella de TV mientras cenan en un restaurante de moda o adquieren ropa en una tienda exclusiva.

San Telmo vs. Palermo Viejo
Lo angosto de las calles de San Telmo y los adoquines de algunas de ellas recuerdan al turista y al consumidor de fin de semana que este barrio tiene unos 400 años. Fue una de las primeras parroquias de la ciudad, pero hasta la década de 1970 se lo consideró un barrio sucio y venido a menos donde sólo obreros y algunos artistas querían vivir. Fue entonces cuando los pocos edificios venerables que le quedaban fueron salvados de las cuadrillas de demolición gracias a la campaña del arquitecto José María Peña, quien fundó el Museo de la Ciudad y convenció al gobierno militar de emitir una ordenanza que prohibió cambios a las fachadas de edificios considerados históricos, así como la construcción de más torres.

El mercado de pulgas que se realiza en la Plaza Dorrego los domingos –otro regalo de Peña– estableció un lugar de convergencia de anticuarios y una actitud bohemia que pusieron a San Telmo en el mapa cultural de la mayoría de los viajeros del mundo. Y por primera vez, los porteños llegaron a aceptar que lo viejo tiene algún valor, al menos respecto a la arquitectura. En 2000 el Gobierno de la Ciudad estableció la Dirección General Casco Histórico. En una acción sin vínculo alguno con dicha Dirección, pero que iba en el mismo sentido, la Secretaría de Obras Públicas municipal levantó el asfalto de algunos tramos de la Calle Defensa y reinstaló los adoquines de antaño. Y cuando el actual gobierno municipal hace poco empezó a levantarlos de ciertas calles de San Telmo, Palermo y Belgrano, muchos vecinos se opusieron.
Palermo Viejo es, en su forma actual, una creación relativamente reciente de emprendedores inmobiliarios que aprendieron del caso de San Telmo que lo viejo puede ser chic. Aquí se puede demoler cualquier tipo de edificio, pero muchas antiguas casonas familiares han sobrevivido transformándose en caras casas restauradas, hoteles, bed & breakfasts, restaurantes y oficinas.

Conocido como Palermo a secas cuando era un sencillo barrio de inmigrantes italianos, españoles y armenios que llegaron a principios del siglo pasado, vio cambiar para siempre el ritmo de sus tranquilas calles sombreadas por árboles generosos durante la década de 1990, cuando la paridad del 1:1 permitió a los porteños viajar por el mundo y descubrir los placeres de la modernidad en comida, ropa y cultura en general. Los precios de las propiedades todavía eran bajos, pero no por mucho tiempo.
Los agentes inmobiliarios asignaron el nombre “Palermo Soho” a la parte con los más nuevos restaurantes étnicos, negocios de diseñadores y estudios de artistas, y el de “Palermo Hollywood” al sector que concentra varios estudios de televisión y cine y estaciones de radio.
Las únicas tendencias retro que prosperaron tuvieron origen literario. Cuando los medios masivos de información del país redescubrieron a escritores vernáculos del siglo XX como Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, la Plaza Serrano y el trecho de la calle Serrano entre ella y la Av. Santa Fe fueron rebautizados Plaza Cortázar y Calle Jorge Luis Borges, respectivamente. Los últimos agregados son un número creciente de librerías y galerías de arte destinadas a convertir a Palermo Viejo en el nuevo epicentro cultural de la ciudad. En el verano, una caminata por la plaza y las calles más emblemáticas del barrio da la sensación de estar en un agradable suburbio estadounidense donde la gente de buen pasar se sienta en la vereda de asépticos cafés para mirar pasar al mundo.

Los porteños que alquilan departamentos o comercios en San Telmo y Palermo Viejo tiene un problema en común: los enormes incrementos en los alquileres y precios de comida impulsados por la llegada de nuevos propietarios e inquilinos pudientes (sobre todo turistas extranjeros con dólares estadounidenses o euros). El arribo de esa gente nueva, atraída por la fama y puesta en valor de estos barrios, ha obligado a muchos de los antiguos vecinos y comerciantes a irse, llevando con ellos los oficios y costumbres que dieron carácter a su barrio. Un caso de este fenómeno es el Mercado de San Telmo (1879), una feria techada de propiedad privada con más de 100 puestos que antaño vendían productos perecederos de alta calidad a precios razonables. Ahora el edificio está lleno de negocios que venden artefactos tipo mercado de pulgas, y muy pocas verdulerías y carnicerías.
Últimamente, San Telmo ha sido inundado por negocios de diseñadores, restaurantes caros y otros fetiches de la sociedad de consumo que no tienen nada que ver con la mayoría de la gente que ha vivido allí hasta el momento. Estos cambios son resistidos por vecinos que no quieren que su barrio se convierta en otro Palermo.
Los vecinos de San Telmo ven como una amenaza aún mayor a su calidad de vida el deseo del Gobierno de la Ciudad de cerrar la histórica Calle Defensa al tránsito en forma permanente, creando así un espacio peatonal que, en aras de agradar al turista y al consumidor, le negará al vecino su transporte público y lo someterá a un aluvión de extraños a toda hora, además de una eventual vida nocturna ruidosa.

Avenida de Mayo
La nueva favorita de los fotógrafos amateur es Avenida de Mayo (en el barrio de Monserrat), que ostenta interesantes edificios de estilo Art Nouveau, y es el más auténticamente porteño de los tres, porque todavía no se intentó convertirlo en un centro turístico o un reducto exclusivo.

Inaugurada oficialmente el 9 de julio de 1894 con la misión de darle a Buenos Aires una gran avenida que no tendría nada que envidiarle a las de Francia, la Avenida de Mayo estuvo destinada a ser importante desde el momento en que el Congreso aprobó su construcción en 1884. Parece francés, pero su espíritu es el de la comunidad española que la adoptó a principios del siglo pasado.
Para los porteños, la avenida es solamente un lugar para trabajar y vivir la vida diaria, siempre y cuando lo permitan las frecuentes manifestaciones que circulan entre el Congreso y la Casa de Gobierno. Los numerosos albergues juveniles que han ocupado antiguos hoteles demuestran que esta normalidad, y precios más razonables que los de San Telmo o Palermo, son apreciados por los extranjeros que se interesan por la cultura local.
Muchas guías escritas para turistas extranjeros reducen la Avenida de Mayo al Café Tortoni (Av. de Mayo 829), el decano de los cafetines de Buenos Aires que abrió en otro local en 1858. En 1880 se mudó al edificio que actualmente ocupa, con entrada sobre la Avenida de Mayo y acceso sobre la Calle Rivadavia, abriendo sobre la Avenida en 1893. Debe su celebridad al haber sido el café elegido por afamados escritores y otros integrantes de la movida cultural vernácula, y a su lujoso decorado con vitraux, mesas con tapa de mármol y lámparas Tiffany, donde el visitante se siente, por unos minutos, un actor en un escenario del pasado. La Academia Nacional del Tango tiene sus oficinas en la planta alta. El Tortoni ofrece varios shows de tango todas las noches menos el lunes. Consulte el programa en http://www.cafetortoni.com.ar/.

Pero no se olvide de Los 36 Billares (Av. de Mayo 1265), que fue inaugurado junto con la Avenida de Mayo en 1894 y tiene en su subsuelo una de las últimas salas de billares porteñas. La planta baja alberga un tradicional bar con un modesto decorado y una clientela de gente mayormente grande que disfruta de su café con leche y medialunas mientras lee el diario a la mañana, y jóvenes que almuerzan un menú ejecutivo al mediodía. No está lleno de turistas, y uno siente que está observando una escena de la primera mitad del siglo XX. Los 36 Billares ofrece cenas show de tango todas las noches menos el lunes, y un espectáculo de flamenco después de la medianoche el sábado. Vea los detalles en http://www.los36billares.com.ar/.

El Palacio Barolo (Av. de Mayo 1370), una torre de estilo ecléctico con 22 pisos, construida entre 1919 y 1923 por encargo de un excéntrico magnate textil, representa la Divina Comedia de Dante. El Infierno está en la planta baja, el Purgatorio entre los pisos 1º al 14º, y el Paraíso entre el 15º piso y el faro en el último piso, que simboliza la salvación. La administración ofrece excursiones que parten desde la conserjería entre las 14 y las 19 horas el lunes y el jueves. Duran 40 minutos y cuestan 20 pesos. Se hacen excursiones nocturnas a pedido. Reservas al 4383-1065.


FOTO CRÉDITOS: Tienda de ropa en Palermo y estatua viviente en San Telmo; Antiguos sifones de vidrio en San Telmo; Nuevos edificios en la Calle Armenia, Palermo; Cafe-restó en la Calle Gurruchaga Palermo; La Avenida de Mayo; Bar Los 36 Billares y Palacio Barolo, ambos sobre la Avenida, todas de Bonnie Tucker.