Arreo de vicuñas en Catamarca

Los turistas asisten a un chaku incaico

Desde tiempos preincaicos, el hombre andino ha sobrevivido en un medio poco generoso gracias a la carne, piel y fibra (lana) de los camélidos americanos. Domesticó la llama y la alpaca hace 5.000 años, dejando silvestres el guanaco y la vicuña. De estas cuatro especies, la estrella es la pequeña vicuña, que produce la fibra más fina y valiosa del mundo. Durante el poco tiempo que duró la hegemonía de los incas en buena parte de Sudamérica (1200-1532 d.C.), esa fibra era destinada exclusivamente a la vestimenta de la realeza. Se conseguía mediante el chaku, un tradicional arreo y encierro masivo de vicuñas para la esquila, hecho a pie en forma organizada por cientos de personas provenientes de varios pueblos. El chaku se realizaba cada tres años – el tiempo que le lleva a una vicuña producir 200 gramos de fibra.

Tomados de una soga larguísima con artefactos colgantes para asustar a las vicuñas, los lugareños formaban un “cordón humano” para arrearlas hacia corrales de piedra donde las capturaban y esquilaban, para luego libertarlas; los únicos animales que se sacrificaban eran machos viejos o excedentes. La fibra se entregaba al Inca y la carne al pueblo. Las vicuñas no se mataban fuera de los chakus ceremoniales, porque se consideraba que las cuidaban los espíritus.
Con la colonización española, las poblaciones de vicuña fueron cazadas indiscriminadamente en todas las comarcas andinas. Recién en 1969 se firmó entre Perú, Bolivia, Chile y la Argentina, el Convenio para la Protección y Conservación de la Vicuña, texto fundamental para evitar la extinción de la especie. Desde 2002 la comercialización de su fibra es legal a partir del uso sostenible y controlado del recurso. Los gobiernos dejan el manejo de estos animales en manos de las comunidades originarias, dándoles una parte de la fibra esquilada, con la que elaboran prendas para la venta.

En las provincias argentinas de Salta y Jujuy, existen pequeños emprendimientos que crían y esquilan vicuñas. En la Puna catamarqueña, Laguna Blanca, una Reserva de la Biósfera de la UNESCO, protege una gran población de vicuñas, y las cuatro localidades indígenas que conviven allí pueden darse el gusto de realizar un chacu a la usanza inca todos los años. Hace poco empezaron a invitar a los turistas a presenciar el procedimiento.

Este fin de semana (el 7 y 8 de noviembre) se realizará uno de estos arreos de vicuñas en la localidad de Laguna Blanca, que se encuentra a 4.000 m.s.n.m. Los turistas que desean desempeñar un rol activo en el mismo podrán sumarse al arreo. Se dice que los visitantes también podrán participar de la esquila. Quienes se deciden a hacerlo deben tener en cuenta que la vicuña, como todo camélido, escupe cuando está asustada o molesta. Y una vicuña salvaje que se somete a la esquila por primera vez puede asustarse mucho durante la misma, llegando a sufrir un ataque cardíaco. Pero la gente local sabe cómo tratarla para que eso no suceda. No les conviene; la fibra de vicuña vale mucho.
En cuanto a la altura de la Puna, lo ideal sería ir a la zona unos días antes del evento para acostumbrarse paulatinamente al oxígeno escaso. Subir desde 0 metro sobre el nivel del mar a 4.000 en un día no es recomendable para nadie, y menos para alguien que va a hacer un esfuerzo físico.
Información: http://www.turismocatamarca.gov.ar/.

FOTO CRÉDITOS: El arreo de las vicuñas a campo, los hombres encaran los animales en el corral, y un detalle de la esquila, todas de la Secretaría de Turismo de Catamarca / Iggy.