Lugares únicos del Río de la Plata

Martín García con el Delta, Colonia sin él.

Antonella Romano / FST
En su ancha desembocadura, el estuario del Río de Plata se presenta como un mar, pero en sus fuentes, en las bocas de los ríos Paraná y Uruguay, es tan estrecho que desde Colonia en Uruguay se pueden vislumbrar, en los días de buena visibilidad, los techos de los edificios en torre más altos de la capital argentina en la orilla de enfrente. De esta cercanía nacen algunas de las similitudes entre los uruguayos y los argentinos, como por ejemplo su adicción a la yerba mate, herencia guaraní impulsada por los jesuitas, quienes en el siglo XVII convirtieron una planta silvestre en un cultivo cuyas hojas se usan como base de una infusión que se bebe con una bombilla introducida dentro de un calabacín u otro recipiente.
Argentina y Uruguay también tienen en común su flor nacional, la del ceibo, y un peculiar deporte ecuestre autóctono, el pato. Tienen los mismos colores patrios (celeste y blanco), en medio de los cuales señorea un sol pujante, influencia de la masonería, sociedad secreta internacional de la que muchos patricios de ambas orillas del estuario eran miembros.
Pero la proximidad no ha podido conciliar algunas diferencias menores, entre ellas las que surgen en torno al origen de Carlos Gardel, el famoso cantante de tangos. Los argentinos aceptan la tesis que afirma que Gardel nació en Francia, pero no aquella que sostiene que “el zorzal criollo” vio por primera vez la luz del día en Uruguay, como sostienen sus vecinos en la orilla oriental del Río de la Plata.
A los uruguayos les llevó más tiempo conseguir su independencia (1825) que a los argentinos (1816), tal vez porque tuvieron que luchar primero contra Portugal cuando integraban una colonia española, y luego contra España, junto con otras provincias del Virreinato del Río de la Plata. Pero sus tribulaciones no terminaron allí. A posteriori tuvieron que enfrentar una efímera alianza de Buenos Aires con Portugal, y, finalmente, una incursión del Imperio del Brasil. Uruguay se convirtió en un estado tapón entre Argentina y Brasil con la bendición del Reino Unido, conforme los intereses políticos y comerciales de todos los actores en ese momento de la historia.
En una especie de recompensa por los avatares sufridos, Uruguay ha sido favorecido por la naturaleza en cuanto al reparto de los sedimentos arrastrados por los ríos: la arena blanca termina en las bonitas playas de su orilla del estuario y el barro, en la de la Argentina.

Tal vez por eso, uruguayos y argentinos también miran con ojos distintos al estuario. Los argentinos, que en términos generales no son grandes amantes del mar, más allá de las playas de Mar del Plata, se refieren al Río de la Plata como “el río”, aunque un poeta alguna vez minimizó su aspecto barroso llamándolo “río color de león”. Los montevideanos, quienes viven más cerca de su desembocadura y están tan enamorados del mar que preparan muy buenos platos de pescado y mariscos, llaman al río “mar” y al Atlántico “océano”.
Además de constituir una de las fronteras entre los dos países (la otra es el río Uruguay), el estuario alberga el Delta del Paraná, cuyos ríos y riachos ofrecían vías de escape lógicas a contrabandistas, rebeldes y políticos en desgracia de una y otra orilla ya en tiempos coloniales. Hoy sus islas están esparcidas por chacras y simpáticas posadas y restaurantes adonde uno puede llegar con servicios regulares de lanchas de pasajeros.

Martín García
La minúscula isla de Martín García, que ocupa el rincón noreste del estuario cerca de la desembocadura del río Uruguay, acoge una aldea de 200 almas y cuatro ecosistemas distintos. Los bosques, pastizales, minidesiertos y pantanos de la parte de su superficie de 184 hectáreas que está abierta al público pueden verse a pie en un día.


La isla está a tan solo 3 km de la costa uruguaya pero pertenece a la Argentina en virtud a un tratado binacional que la convirtió en reserva natural multipropósito desmilitarizada. No tiene intendente ni policía, sólo una base de la Prefectura argentina. Los vecinos –en su mayor parte empleados públicos de la provincia de Buenos Aires con sus familias– se trasladan de un lugar a otro en bicicleta. Hay también algunos convictos con buena conducta que pasan allí, junto a sus familias, el último tramo de sus condenas; ninguno de ellos quiere volver a tierra firme. Las puertas se cierran con llave sólo cuando llegan los barcos de turistas.

El cementerio y los edificios en ruinas revelan que en el siglo XIX funcionaban en la isla una base naval argentina, un presidio, un lazareto donde se recluían víctimas de epidemias y un crematorio para sus restos. Se dice que entre los enfermos había algunos caciques indígenas tomados prisioneros durante la Campaña del Desierto. En el siglo XX, fue lugar de confinamiento de las tripulaciones de dos naves de guerra alemanas, y más de un presidente argentino derrocado. El faro, construido en 1881, está en desuso.

Los edificios de mayor interés para los turistas son el cine-teatro con su fachada con forma de doble tambor de estilo Art Nouveau, construido en 1910 pero todavía utilizado para eventos especiales; el museo histórico de color rojo en un antiguo edificio que alguna vez albergara una pulpería, frente al teatro; la panadería del pueblo, de color rosado, afamada por sus panes dulces; la iglesia pegada a su lado; y la casa donde el poeta nicaragüense Rubén Darío escribió una de sus poesías más famosas durante su estadía como huésped de su amigo, un médico del lazareto.

Cacciola, una empresa de transporte fluvial con base en Tigre, ofrece excursiones de un día a través del Delta a Martín García los martes, jueves, sábados, domingos y feriados. Se embarca en Tigre a las 8.30. El barco sale a las 9, llega a la isla a las 12, y emprende el regreso a las 17.30 hs. El transporte cuesta 76 pesos, o 142 pesos con almuerzo y visita guiada de la aldea incluidos.
Si usted es una persona aficionada a las caminatas, la observación de aves, la botánica o la historia, o simplemente tiene ganas de conocer un lugar que no está en los itinerarios turísticos masivos, le podría interesar uno de los paquetes de dos o tres días en la isla ofrecidos por Cacciola. Así, usted llega hasta allá con los turistas en el barco, pero cuando los demás vuelven a Tigre por la tarde, usted se queda, y pasa la noche y el día siguiente en la hostería de la empresa. Eso le da tiempo para charlar con los isleños, caminar, sacar fotos y dormir la siesta antes de volver a Tigre con el próximo barco. Cuesta 324 pesos por persona con pensión completa, sin bebidas, por los dos días, o 491 pesos por los tres días. Información: 4393-6100 en Buenos Aires, 4749-2369 en Tigre; http://www.cacciolaviajes.com.ar/.

Para quienes están apurados y gustan de volar, Martín García también posee un aeródromo para gente que llega en avioneta o helicóptero desde el aeropuerto de San Fernando. El vuelo en un avión de pequeño porte dura 40 minutos y su precio varía desde US$75 hasta bastante más de US$100 por persona, según el número de pasajeros. Ser esperado por el piloto mientras uno recorre la isla cuesta unos 50 a 75 pesos adicionales por persona, según la duración de la excursión. La tarifa puede incluir una caminata guiada y un almuerzo en uno de los restaurantes de la isla. Entre los prestadores están Argentina Fly (http://es.argentina-fly.com/martingarcia), Vuelos de Bautismo (http://www.vuelosdebautismo.com.ar/) y Overfly (http://www.overfly.com.ar/).
Quienes desean combinar las opciones aérea y fluvial –llegar con un medio y volver con otro– lo pueden hacer, pero terminarán pagándolo caro, porque si bien se puede comprar un pasaje por un solo tramo en el barco, el viaje en avioneta debe abonarse ida y vuelta.
Colonia
Colonia del Sacramento está siempre más concurrida que la isla de Martín García porque es muy accesible: se encuentra sobre tierra firme y está a tan solo 50 minutos de Buenos Aires por el estuario. Además, es famosa porque integra la lista de sitios declarados Patrimonio Cultural de la Humanidad de la UNESCO.

El Delta no forma parte del derrotero. El viaje de 60 km por el estuario depara solo vistas de agua y más agua hasta que la orilla uruguaya se vislumbra en el horizonte. Finalmente, el buque pasa frente al faro del siglo XIX que distingue el puerto comercial de Colonia, y atraca en la manga de desembarque. El ajetreo y ruido de Buenos Aires pasan al olvido, y se abre un contacto directo con otra calidad de vida, aunque sea por pocas horas.
El Centro Histórico de Colonia tiene mucho encanto y personalidad, y los aficionados a la fotografía inmediatamente se sienten de parabienes. Consta de menos de 30 cuadras de dimensiones caprichosas que ocupan la punta de una pequeña península. Los turistas que llegan por el día en horario matutino caminan y se dedican a hacer compras en los negocios de artesanías, galerías de arte y tiendas de ropa mientras esperan, expectantes, la hora del almuerzo; hay varios restaurantes de bien ganada fama. (Los bancos abren recién a las 13 hs y la mayor parte de los negocios a las 10, pero las casas de cambio, atentas a las necesidades de los turistas que llegan por la mañana, operan a partir de las 9; hay una en la terminal fluvial. El cambio está a U$ 23,50/US$1, o U$6/A$1).

Si bien pocos de los cientos de turistas que llegan todos los días a Colonia visitan los museos que atesoran la historia del lugar, la mayoría toma algún contacto con el pasado –aunque sea por ósmosis– cuando ingresa al Casco Histórico por el Portón de Campo a seis cuadras de la terminal fluvial, camina sobre los toscos adoquines del modesto pueblo colonial de frontera, y curiosea las humildes casitas de la calle llamada “de los suspiros”, por los prostíbulos que antes concentraba.
El blasón portugués que se ve en el arco del Portón de Campo es una réplica del original que se colocó en el lugar en 1745, el que ahora está expuesto en el Museo Portugués. Éste, a su vez, ocupa una casona del siglo XVIII que tiene partes edificadas por portugueses entre 1730 y 1750 y españoles de 1780 a 1795. No muy lejos se encuentra la Casa Nacarello, un típico rancho portugués restaurado para mostrar cómo se vivía durante la época colonial. El Museo Municipal tiene interesantes colecciones dedicadas a la paleontología, las ciencias naturales y la historia del siglo pasado. La entrada a cada uno de los ocho museos del Casco cuesta 50 pesos uruguayos, pero el visitante puede comprar un pase de dos días que franquea la entrada a todos por el precio de uno, con solo pedirlo en cualquiera de ellos.

Hoy, Colonia es un popular destino de un día, tanto para los argentinos como para los turistas que están de paso por Buenos Aires. Los extranjeros residentes a quienes les están por vencer sus visas de turista en la Argentina suelen ir allí para hacer estampar en sus pasaportes los sellos uruguayos de entrada y salida que les permitan reingresar en la Argentina como turista por otros tres meses.

Un día es insuficiente para disfrutar del Casco Histórico de Colonia sin apuro. Si usted piensa comprar un paquete con pernocte para recorrerlo, averigüe la ubicación del hotel incluido en el mismo. Si no va con auto y su objetivo es disfrutar del Casco, es difícil que encontrarse alojado a 5 km o 10 cuadras de su objetivo sea de su agrado.

Por lo menos 15 hoteles, hosterías y hostels –así como la mayoría de los buenos restaurantes– se encuentran dentro de, o en las calles lindantes con, el Casco Histórico. Sin embargo, pareciera que no existe ningún mapa que los individualice. Se entiende: el Casco Histórico ocupa sólo una ínfima parte de Colonia del Sacramento, una ciudad con más de 20.000 habitantes y muchos hoteles y restaurantes que pugnan por recibir a los turistas. Una solución es conseguir un mapa que muestre los nombres de las calles dentro de la zona que le interesa para cotejarlos con las direcciones de los hoteles publicadas en Internet antes de hacer una reserva.
Hay también lugares interesantes donde alojarse en el campo, pero son otro tema.
Los valores de los pasajes de las empresas de transporte fluvial que operan entre Buenos Aires y Colonia varían mucho. Vea http://www.buquebus.com/, http://www.ferrylineas.com.ar/ y http://www.coloniaexpress.com/, y compare.

FOTO CRÉDITOS: Bastión del Carmen, Colonia. Ruinas de la prisión, Isla de Martín García. Cine teatro and Museo histórico, Martín García. Casa donde se alojó Rubén Darío, Martín García. Caminata por la aldea de la Isla de Martín García. Aeródromo de Martín García. Faro, Colonia. El Portón de Campo, Colonia. Restaurante de la ribera, Colonía. Hotel Beltrán, Colonia. Fotos cortesía de Bonnie Tucker.